lunes, 6 de agosto de 2012

¿Qué puedo contarte...

Que puedo contarte, ya me lo venía preguntando poco más de un mes. Llevo tantas historias buenas que juntas parecen nada.
Podría contarte de la madrugada pasada, en la que me tocó vagar por calles húmedas solo para contemplar como la noche calla los secretos mas siniestros de esos amantes por dinero. Como una monedas te entregan sexo e ignoramos que vienen con envolturas de amor, de ese amor que se escapo una vez y que ahora solo queda la sombra barata en una esquina a las 2 A.M.

Puedo contarte como enmudeció Fabiola ante las mentiras de su marido, como aquella noche llegó a casa antes de lo previsto, esa noche en la penumbra de su alcoba se consumía en jadeos de placer una voluptuosamente mujer, esa temible fémina que terminó con libidinoso placer su sueño de matrimonio perfecto. Ahí, a oscuras, Fabila se encogió al mismo tiempo en que su corazón se hacía trizas, mientras sus sollozos mudos quebraban su cara, el cerebro pensaba: me estoy volviendo loca.

Puedo decirte también que no solo nosotros sufrimos por amor. La mañana del Domingo anterior Ricardo despertó con mariposas en el estómago, por fin se encontraría con su madre después de casi medio año de enmudecida espera. Había planificado el encuentro más de una vez en su mente, lo había estudiado y sería perfecto, no estarían sus hermanos, solo ella y yo, pensaba. el viaje a su encuentro lo hizo llegar con dolores de cabeza y nauseas, valía la pena, ella lo valía. Bajó del coche y tuvo que buscarla, su madre no atinó en esperarlo, al verlo de mal semblante no le quedó otra que llevarlo a la casa donde se hospedaba, aquí tuvo que esperar solo.
Un cuarto de mil historias, el polvo y telarañas recordaban su antaño. Pasado el 3er día de absoluta soledad, Ricardo, de 9 años, concluyó: ella no me quiere.

Podría mencionarte un viernes por la tarde en la que Cecilia y Gustavo se miraban cómplices con una sonrisa, con una sonrisa como de resignación, resignación por saber que no se encontraron en el tiempo indicado, que se aman pero que ahora él está casado. Una risita por que ella nació 10 años después y a los 19 era muy joven para decir sí. Sonriendo por que saben, la vida es una perra y los sueños que una vez compartieron no se cumplirán jamás.