miércoles, 6 de junio de 2012

Sana, sana...

Algunas madrugadas se extraña lo que no existe.
En cama, con el amargo sabor de la realidad, siento que perdí. Y es como sentir pena, pero realmente no lo es. Es difícil describir que se siente cuando pierdes algo por lo que aún no sabías qué sentías.
Me enrredé.
Como sea. Esto no es como casi caerme de las escaleras, gritar para que todos en casa vengan por mí y llorar (engreída) por el "casi".
Esto es caer y guardar silencio para que nadie lo sepa, para que ni tú te enteres. Realmente no es tan grave, pero te quedas con todas las ganas de saber, qué hubiera pasado, si todo estaba bien.
La verdad, no duele, pero te quita la sonrisa por un rato. Luego vuelves a sonreir, esta vez sin ilusión, es más bien, por la cruda realidad del error. Sonries por que felizmente no fue peor, por que felizmente no dolió.

Ayer fuí gritando a mostrarle a mi mamá el dedo que me corté. Ella sonrió y dijo:
Recuerdo cuando eran niñas, ustedes se caían, lloraban, yo les cantaba "sana-sana", les daba un beso y ya estaban bien.
Desearía que todo se solucione así.
=)

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